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''La Vida solo es Importante Cuando se Lucha y Cuando se Ama'' Juan Loyola.

sábado, 28 de febrero de 2009

La revolución iraní (y II)

x Ted Grant
Artículo de 1979, escrito al poco de triunfar la revolución, necesario en este momento para comprender mejor ese proceso oscurecido por su resistencia al imperialismo

La semana pasada se vio la caída del gobierno Bakhtiar. En las dos ciudades más grandes del país, Teherán e Isfahan, el poder pasó a las calles. Las fuerzas armadas tuvieron que retirarse a los barracones porque amenazaban con desintegrarse bajo el impacto de la revolución. El siguiente artículo, escrito antes de la caída de Bakhtiar, pronostica su desaparición y analiza qué rumbo podría tomar la revolución iraní.

La huida del Sha marca el final de la primera fase de la revolución. Es un sueño reaccionario por su parte pensar que podrá tener un regreso rápido a pesar de las maniobras de Bakhtiar.

La monarquía en Irán ha sido finalmente derrocada como resultado de sus excesos, corrupción, crueldad y torturas del pasado cuarto de siglo. Mientras la población posea los más mínimos derechos no volverá a consentir que la monarquía regrese por la fuerza.

La característica decisiva de la revolución iraní, como en todas las revoluciones, fue el papel que jugó el ejército. Está claro que el Sha ha abdicado virtualmente del poder, porque le habría sido imposible mantener el control del ejército durante mucho más tiempo. El ejército se dividió en muchas partes. Aquí vemos de nuevo la total falsedad del reformismo, que declara que la revolución es imposible en condiciones modernas debido al papel que juega el ejército.

El ejército moderno es más susceptible a los movimientos de la población, de la clase obrera, más que ningún otro ejército en la historia. Ya no es cuestión del PBI, la pobre infantería sangrienta, soldados de infantería, sin ninguna formación real, sin ninguna comprensión real. Todo lo contrario: el ejército tiene que ser muy especializado y muy mecanizado. Hacen las mismas tareas que el resto de trabajadores y piensan como trabajadores.

En este sentido, esto hace que el ejército sea muy propenso a responder a los movimientos de los trabajadores. El ejército está formado de los hijos, hermanos y parientes de los trabajadores, campesinos y clase media. Vemos en cada revolución de la historia, particularmente en la Revolución Rusa de 1917 y en la revolución alemana de 1918, cómo la masa de las fuerzas armadas se pasa al lado de la población cuando ve la posibilidad de una ruptura total con el viejo régimen.

En Irán se dieron incidentes como el de un soldado que disparó a dos de sus oficiales cuando se dio la orden de disparar contra los manifestantes y después se suicidó.

Por otro lado estaba el movimiento de las masas pero no se hizo un llamamiento claro al ejército para que se pasara al lado del pueblo. Como consecuencia, los soldados todavía sienten la presión de la disciplina militar y la amenaza de los juicios marciales por los motines.

Se produjeron muchos incidentes cuando los soldados se unieron a los manifestantes o les permitieron subir a lo alto de los tanques. Otros episodios demuestran lo contrario: los oficiales ejecutaron a cinco cadetes por intentar abandonar los barracones para unirse a los manifestantes.

En muchos casos, en las principales ciudades de Irán hubo ejemplos similares de soldados que se negaron a disparar, de confraternización de la tropa y de acciones contra sus oficiales. Muchos de los oficiales jóvenes también simpatizan con el movimiento de las masas.

La razón por la que el ejército no se puso al lado de la clase obrera, como ocurrió en Rusia en 1917 y en Alemania en 1918, es que no existía una organización capaz de dar una dirección. Si se hubiera ofrecido una alternativa socialista a los trabajadores y a los soldados, sin duda toda la situación en Irán habría cambiado. Se podían haber publicado millones de panfletos destinados a los soldados. Incluso con la organización de unos cuantos cientos o miles de militantes se podían haber repartido millones de panfletos entre los trabajadores y los soldados. Podrían haber explicado las cuestiones a las que se enfrentaba Irán en el momento actual y, bajo estas circunstancias, es casi inevitable que el ejército se hubiera puesto al lado de la población.

La revolución, como la revolución española de 1931-1937, tendrá muchas alzas y bajas. Las masas pueden retroceder tras un período de lucha. La reacción podría establecerse.

Pero no será posible en el futuro inmediato que el ejército establezca una dictadura militar, como les habría gustado a los imperialistas occidentales. Cualquier intento de dictadura militar se encontraría con la respuesta de un movimiento aún más furioso por parte de las masas y provocaría una división en el ejército.

La madurez de la situación para la revolución socialista en Irán se puede ver en que los liberales, el llamado Frente Nacional de Irán, realmente ha tenido que adoptar un programa "socialista" o semi-socialista. Sería como si los cadetes (los liberales en Rusia antes de 1911) se hubieran unido en un único partido con los social-revolucionarios (el partido de la reforma agraria radical) y pretendieran ser un partido socialista.

Pero al igual que los liberales en Rusia, los dirigentes del Frente Nacional, como Sanjabi, procedentes de las capas superiores de la clase media (o incluso de la clase capitalista), manifiestan un enorme temor a las masas. Bakhtiar, ha pesar de haber sido nominalmente expulsado del Frente Nacional, ha formado un gobierno con la ayuda del Sha y del ejército.

A Sanjabi, así como a Bakhtiar, les gustaría mantener la monarquía. La ven hasta cierto punto domesticada, así que una monarquía constitucional podría actuar como un baluarte contra la revolución, contra la clase obrera. Han preservado el papel clásico de los liberales en la revolución. Sus principales esfuerzos se centran en sofocar la revolución y conseguir un cambio de régimen sin alterar las estructuras básicas de la sociedad actual.

Lo que Trotsky denominaba ley del desarrollo desigual y combinado se manifiesta en Irán. Todos los elementos para la revolución socialista están allí. Los liberales no pueden satisfacer los objetivos y las necesidades de la clase obrera, ni siquiera de los campesinos. En última instancia, ellos son representantes de la clase capitalista y del capital financiero.

En una entrevista, Sankabi, el líder del Frente Nacional, declaraba:

"En el Frente Nacional queremos mantener el ejército, queremos un ejército fuerte y no queremos nada que lo desaliente... Nunca hemos llamado a la deserción ni intentado crear indisciplina pero inevitablemente está ocurriendo y si continúa podría ser peligroso".

El imperialismo, y por supuesto el mismo Sha, se han opuesto al intento de crear una dictadura militar porque, en las condiciones actuales, sería totalmente incapaz de mantenerse frente a la resistencia de las masas.

El gobierno de Bakhtiar, por su propia naturaleza, sólo puede ser un recurso provisional o un régimen transitorio. Incluso los imperialistas ven que el régimen de Bakhtiar no será capaz de mantenerse durante mucho tiempo y hacen propuestas al ayatolá Jomeini.

Jomeini ha declarado que no desea establecer una dictadura militar reaccionaria, ni una dictadura semifeudal. Este aspecto de su programa, en el que los mulás afirman defender la libertad y la democracia, se ha convertido en una fuente poderosa de atracción para la masa de clase media y, por supuesto, también para sectores de los trabajadores.

Pero el programa utópico de Jomeini de ninguna manera puede resolver los problemas a los que se enfrenta el pueblo iraní en la actualidad.

Jomeini ha dejado claro que no aceptará nada más que la abolición de la monarquía. El Consejo Regente que ha creado el gobierno Bakhtiar no podrá mantener el control, ni mantener caliente el sillón del Sha. Ni siquiera la abdicación del Sha sería ya suficiente. Ahora es una cuestión de abolición de la monarquía.

En la situación actual de Irán, incluso una organización de mil marxistas, mil revolucionarios, marcaría una diferencia decisiva. Es posible que esta organización pudiera surgir de las fuerzas que se están reuniendo alrededor del Frente Nacional.

El propio Frente Nacional, una vez comience a tener una base de masas, inevitablemente se escindirá. El llamado Partido Comunista (el Tudeh) está arrastrándose tras los ayatolás, especialmente el ayatolá Jomeini. No tienen perspectiva, ni programa, ni política, más que apoyar la revolución burguesa en esta etapa en particular.

Sin una organización alternativa es posible, incluso probable, que se produzca un rápido crecimiento del Partido Tudeh. Este crecimiento en las condiciones modernas provocaría una escisión dentro del Partido Comunista, lo que generaría contradicciones ente los militantes y la dirección. Las divisiones se desarrollarán cuando los militantes obreros entren en conflicto con la dirección de clase media, que desea apoyar el mesianismo teocrático del ayatolá sin críticas y sin una política o perspectiva diferentes.

Pero la desnudez de los liberales y los mulás se reflejará rápidamente durante el curso de la propia revolución.

La revolución por su propia naturaleza no es un acto único. La revolución iraní se prolongará durante años. Las masas aprenderán en la escuela de la dura experiencia. El ejército se radicalizará cuando los soldados se topen con la realidad de que fue el movimiento de las masas lo que obligó al Sha a abdicar; se verá afectado por el ambiente de las masas y los viejos generales del Sha serán incapaces de restaurar la disciplina, a pesar de todos los esfuerzos de Jomeini o de los liberales.

Es probable que Jomeini llegue al poder. Todos los pretextos de Bakhtiar de que el Estado no puede permitir a la Iglesia jugar un papel directo y de mando en la política serán en vano.

Pero una vez llegado al poder, la inutilidad de las ideas reaccionarias y medievales de abolir el interés sin alterar el oasis económico de la sociedad provocará un caos. Mantener intacto el capital comercial e industrial y acabar con el interés y la usura es algo totalmente utópico. Incluso en los tiempos medievales, cuando la doctrina tanto de la iglesia católica como de la musulmana estaba en contra de la usura, ambas continuaron existiendo en muchas formas. Mientras existiera el capitalismo, esto tendría consecuencias desastrosas en la economía de Irán e inevitablemente tendría que ser abandonado.

El apoyo a Jomeini se desvanecerá después de que él forme gobierno. El fracaso de su programa de una república teocrática musulmana para resolver los problemas del pueblo iraní será aparente.

Las masas no sólo aspiran a tener derechos democráticos, sino también un nivel de vida más alto. Los sindicatos en Irán tendrán un crecimiento explosivo. Ya están creciendo porque los trabajadores sienten la necesidad elemental de organizarse. En el próximo período su alcance será mayor y durante los próximos meses y años se conseguirán resultados similares a los de Portugal, donde el 82 por ciento de la clase obrera está organizado en los sindicatos. Posiblemente la mayoría e incluso el grueso de la clase obrera de Irán se organizará.

En las condiciones modernas la democracia capitalista, con la crisis del capitalismo a escala mundial, no puede establecerse durante mucho tiempo en Irán. Los trabajadores ya han aprendido y aprenderán aún más en el transcurso de la lucha. Si las masas fueran derrotadas y se estableciera una dictadura militar bonapartista, ésta no sería estable, como hemos visto en las dictaduras policiaco-militares de la América Latina capitalista, o en la dictadura de Pakistán.

Incluso en el peor de los casos, la reacción prepararía el camino para la venganza por parte de las masas, y no en un futuro demasiado lejano. Sería de nuevo la revolución de 1905 en Rusia.

Pero este desenlace no es en absoluto necesario. Si las fuerzas del marxismo consiguen ganar apoyo en Irán, podría darse una victoria brillante en las líneas de la revolución rusa de 1917.

Un desarrollo sano de la revolución sería un absoluto desastre para la burocracia de Moscú. Gran parte de la población asiática es musulmana y también hay sectores de estos musulmanes en la parte asiática de Rusia en el Cáucaso. Además, el establecimiento de un estado obrero sano en Irán, en las fronteras de la Unión Soviética, tendría un efecto instantáneo sobre los trabajadores de los principales centros de la Unión Soviética: Moscú, Leningrado, Karkov, Odessa, Novosibirsk, etc.

Pero eso sólo podría ocurrir con el desarrollo de una tendencia marxista que hubiera asimilado las lecciones de los últimos cincuenta años, particularmente las lecciones del ascenso del estalinismo en Rusia. La burocracia moscovita ni deseaba ni quería los acontecimientos que se están desarrollando en Irán.

Pero si existiera la posibilidad de un proceso de bonapartismo proletario en Irán, un estado de partido único totalitario deformado como en China o Rusia, ellos aceptarían este regalo con gratitud a pesar de las complicaciones con EEUU.

Éste también es uno de los factores en la situación ya que Irán es sólo un país semi-industrial y aún sigue siendo un país semi-colonial. Dada la ausencia de una tradición revolucionaria de masas de carácter marxista en Irán, este proceso es posible entre los oficiales de más baja graduación y entre un sector de la élite, que se basan en el apoyo de los trabajadores y los campesinos.

Moscú no deseaba la revolución iraní pero no rechazaría el fruto de una revolución que fortalecería su poder enormemente en el Mediterráneo, Oriente Medio y el Golfo Pérsico. Tendrían que explicar a sus rivales imperialistas de la CEE, Japón y EEUU que éste sería un mal menor que el desarrollo de una democracia proletaria en Irán.

Un partido marxista socialista comenzaría con la reivindicación de la libertad de organización, de expresión, elecciones libres, libertad de prensa y todos los derechos democráticos conquistados por los trabajadores de occidente durante generaciones de lucha.

Exigirían la jornada laboral de 8 horas, cinco días semanales, y una escala móvil de salarios vinculada a los precios. Esto iría unido a la reivindicación de una asamblea constituyente revolucionaria y a un programa de reivindicaciones revolucionarias por la expropiación de la banda corrupta que ha controlado Irán durante tanto tiempo.

La expropiación de la riqueza del Sha; la expropiación de los terratenientes ausentes que invirtieron el dinero que les dio el Estado después de generaciones de abandono y explotación de la población agrícola; la nacionalización de la industria sin compensación, o compensación sólo en caso de necesidad, y un gobierno obrero; por el control obrero de la industria y la administración obrera de la industria y el estado.

Para conseguirlo sería necesario formar comités de acción de la clase obrera, que se extiendan también a las fuerzas armadas y a los pequeños comerciantes, a los pequeños empresarios, vinculándolos de la misma manera que los soviets se unieron en Alemania y en Rusia en las revoluciones de 1917 y 1918. Desgraciadamente no existe en Irán esa organización que pueda defender la política del marxismo.

El movimiento obrero en Gran Bretaña debería tener como una de sus principales reivindicaciones democráticas la no interferencia en la política de Irán, dejar al pueblo iraní que decida. Los trabajadores avanzados deberían ayudar al desarrollo de un partido socialista marxista en Irán que pueda dirigirles hacia la victoria.

In Defence of Marxism

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